Brasileña luego de trabajar 30 años salva al guacamayo azul de la extinción

Neiva Guedes observó por primavera vez un guacamayo jacinto en los años ochenta. Desde que los conoció quedó impactada por la belleza de este ave. Y es que el color azul que los identifica es muy llamativo. Neiva, es una bióloga de 58 años que se especializó en ciencias forestales y zoología. Es investigadora y profesora del máster en Medio Ambiente y Desarrollo Regional en Uniderp, en Campo Grande, Brasil.

El guacamayo azul es el símbolo de la región del Pantanal en Brasil, y hasta hace poco, estaba en la lista de las especies en peligro de extinción, categoría de la que ha salido gracias a esta mujer.

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Un proyecto de vida

‘’Hice una maestría en Ciencias Forestales y el guacamayo azul fue el objeto de mi maestría. Terminó convirtiéndose en un proyecto de vida, ya que el trabajo fue tan envolvente que terminé dedicándole casi 30 años’’, dijo la bióloga de Mato Grosso do Sul al periódico O Pantaneiro.

La bióloga se adentró en el campo, estudió el comportamiento de las aves, se acercó a la comunidad y comprendió que los dos principales factores que contribuían al fin de los guacamayos azules en la naturaleza eran la caza ilegal para ser vendidos como aves de compañía y la deforestación. La tala desmedida pone en riesgo a esta hermosa ave.

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El guacamayo azul tiene como promedio de vida unos 50 años, y su reproducción solo se da en ambientes que él considera propicios, como las cavidades de troncos. Se encuentra en pocas partes en el mundo, como las selvas de Brasil, Bolivia y Paraguay. Por estas características, es presa fácil de la extinción.

Para la investigadora, el trabajo de sensibilización, que parte del arte de educar a los demás es la clave para la continuidad y la prosperidad de los guacamayos azules.

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“Entonces, hablamos y les mostramos a las personas lo que estábamos cuidando, que tenían el privilegio de vivir junto a los guacamayos y tener esta convivencia armoniosa con las aves todos los días. Es una vida muy agradable, la del pantaneiro tradicional junto con la naturaleza, muy armoniosa”, señaló la mujer en diálogo con National Geographic.

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Neiva, consciente del problema, fundó entonces el Instituto “Arara Azul”, realizó una magnífica labor de concienciación e implicación de la comunidad, desarrolló una técnica de instalación de nidos artificiales en la naturaleza en condiciones perfectas para que los guacamayos azules se reprodujeran y, unas tres décadas después, vio lo que muchos creían imposible cuando empezó su trabajo: la especie salió oficialmente de la lista de animales en peligro de extinción.

La bióloga entró en el Salón de la Fama de los Científicos de la ONU, ya que su vida la dedicó a proteger el hábitat de la especie en cuestión y aunque el reconocimiento es de consideración, Neiva siente que es su obligación con las generaciones futuras.
Gracias a esta increíble mujer una especie sobrevivió y ahora podemos seguir viéndola en su hábitat.

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Melisa

Melisa, se dedica al movimiento y a la conciencia corporal, promoviendo un estado de integridad del ser. Ella cree que la sustentabilidad es danzar en armonía con el planeta, por tal motivo dedica parte de su tiempo a escribir artículos sobre Ecología.

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