Refugiados convierten su campamento del desierto en un exuberante bosque
Minawao recibe actualmente a casi 70.000 refugiados que se encuentran huyendo de la violencia vinculada a la insurgencia de Boko Haram en Nigeria desde 2014. Hablamos de una región árida ya muy afectada por el cambio climático, y la llegada de personas refugiadas ha causado que el proceso de desertificación se acelere debido a la tala de los pocos árboles de los alrededores para obtener leña.
La llegada de todos los refugiados representa un problema para la población local, que ya enfrentaba múltiples desafíos. El campo creció hasta convertirse en una ciudad que necesita sus propios recursos y suministros.
A raíz de esta situación, ACNUR y la Federación Luterana Mundial (FLM) pusieron en marcha en 2018 un programa destinado a revertir la deforestación en el campamento y las aldeas circundantes. “Para proteger a los desplazados del mundo, debemos hacer más para proteger el medio ambiente. La protección del medio ambiente brinda una mejor protección a las personas” manifiesta Andrew Harper Asesor especial de ACNUR sobre acción climática.
Capacitación para los refugiados.
Para poder proteger el medio ambiente y que las personas puedan tener una mejor calidad de vida, tanto los refugiados como las comunidades locales han recibido capacitación sobre cómo ofrecer a las plántulas una mejor oportunidad de sobrevivir en el entorno tan difícil.
Se les ha enseñado a utilizar la “tecnología del capullo” que consiste en enterrar un depósito de agua en forma de dona hecho con cartones reciclados que rodea las raíces de las plantas y las alimenta mediante una cuerda que se conecta a la planta joven.
“Desde el comienzo del proyecto, se han cultivado 360.000 semillas germinadas en el vivero y se han plantado en más de 100 hectáreas. El campamento estaba casi deforestado, pero este proyecto ha ayudado a reparar la cobertura de vegetación”, explica Abdul Aziz, Coordinador del proyecto de la FLM.
Gracias a esto Minawao se ha convertido en un lugar verde por todas partes y eso tiene muchos beneficios. Los refugiados ahora cuentan con sombra del sol, el suelo ha mejorado sus propiedades y los árboles atraen agua.
También se genera energía alternativa.
Más allá de la plantación que ayuda a garantizar mejor calidad de vida para los refugiados, también era importante asegurarse de que los árboles no fueran talados para utilizarlos como leña. Por ello se llegó a la solución de producir estufas energéticamente suficientes, junto con dos centro de producción de “carbón ecológico”.
La FLM asegura que ya se han capacitado a más de 5500 familias en la producción del carbón vegetal y se han entregado más de 11500 estufas sostenibles. Esto ha generado también puestos de trabajo para muchas mujeres que se han empoderado por tener ingresos propios y mejorar la posición de sus familias.
Fibi Ibrahim, refugiada y madre de cinco hijos que vive en Minawao desde 2016, es una de las trabajadoras. “El dinero que gano con la venta de briquetas de carbón me permite comprar jabón, especias y carne para complementar las raciones familiares”, dice Fibi. «Espero que pronto, cuando haya ahorrado suficiente dinero, pueda abrir mi propia tienda en el campamento y satisfacer plenamente las necesidades de mi hogar».